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Over the past few years I’ve often wondered—why do some agricultural training programs inspire farmers to make real changes in their fields, while others amount to little more than a free lunch for participants? Recently, an approach developed by the staff of one of Episcopal Relief & Development’s program partners, The Council of Protestant Churches in Nicaragua (CEPAD), caught my attention and helped me begin to answer this question.In the wake of the 1972 earthquake in Nicaragua, CEPAD realized they needed to develop a strategy that enabled the families they were working with to take full advantage of the land they had available. Between 1974 and 2004, they gradually adjusted their program based on community feedback and narrowed the number of topics being addressed in workshops. They chose four themes to focus on: conservation of soil and water, diversification and merging of cultivation, use of organic insecticides and compost and principles of commercialization. Through this collaborative work with farmers, they established a core set of techniques within these themes, such as landscape management and erosion control (see the figure below for a complete list of techniques included in the program). Their approach is comprehensive, including everything from compost and green manures to infiltration trenches and terracing.The organization also developed a process that enabled it to exchange knowledge with a wider range of farmers using their available staff and resources. Each participating community nominated ‘Community Agricultural Promoters’ who represented their group at three training sessions each year and were responsible for sharing what they learned with five other farmers, or disciples, in their community. The program also supplied farmers with seeds or cuttings of new crop varieties in several ‘investment packages’ over the course of the three-year training cycle. Participating farmers grew up to eight types of vegetables, along with up to nine grain, fruit or other tree varieties—all on their small parcels. Typical farms produced a combination of banana, plantain, citrus, passion fruit, pineapple, maize, cassava, potatoes, beans and coffee. This process allowed the organization to focus on communicating a core set of principles, while at the same time using an existing, organized community network to share knowledge and offer support over time as farmers adopted new practices. As they fine-tuned their approach to agricultural learning, the organization was also developing their model for effective community development—identifying community organization, long-term engagement and continuous adaptation as essential to success. The use of this participatory and holistic approach has resulted in dramatic changes on farmers’ lands. Areas that were once sitting unused, or had only one or two poorly performing crops, have been transformed into diverse, tree-filled household mega-gardens. Participants feel that they are better equipped to use their land productively and are confident in its future performance and ability to provide for their families. Also, adoption rates were high. As presented in the chart below, significantly more farmers were actively using each of the 11 techniques at the end of the three-year period. For example, at the outset only 77 out of 471 participating farmers used a form of living erosion control such as planting grasses or other plants along contour lines to slow runoff, but by 2012 this number rose to 425. The farmers are really adopting what they are learning. Uptake of soil fertility techniques such as the use of bio-fertilizers, green manures and compost were equally impressive, with 340, 382 and 471 (100% of farmers!) using each practice respectively by the end of the period. CEPAD also used these results to narrow in on which practices showed a lower rate of uptake, such as the use of dikes and terraces, to consider adaptation for future training programs. In addition to increased food production and improved nutrition, the ecological and social impacts of the whole-community approach to landscape management were also visible. As Program Director Evenor Jerez said, “Our model focuses on accompanying communities to help them plan and implement projects. When a community isn’t organized, it makes it harder to move forward. When producers, families, men and women are more organized and integrated, success is much easier to achieve.” I spoke with farmers who eagerly shared their views on the importance of soil conservation and were happy to explain their techniques to neighbor or visitor alike, no matter how ‘strange’ the practice seemed at first. Here, the training program has produced not just star students, but advocates and teachers—a result I would say is not only worth taking note of, but trying to learn from and emulate. |
En los últimos años, siempre me he preguntado—¿por qué algunos programas de capacitación en agricultura inspira a los productores a hacer cambios en sus campos, mientras que para otros no es más que un almuerzo gratis para los participantes? Recientemente, un enfoque desarrollado por un miembro del programa hermano de Episcopal Relief & Development (Agencia Episcopal para el Socorro y Desarrollo), el Consejo de Iglesias Evangélicas Pro-alianza Denominacional (CEPAD), llamó mi atención y me ayudó a comenzar a responder esta pregunta.A raíz del terremoto de 1972 en Managua, CEPAD se dio cuenta que se necesitaba una estrategia de desarrollo que permitiera a las familias con las cuales estaba trabajando aprovechar completamente la tierra que tenían disponible. Entre 1974-2004, ellos gradualmente ajustaron sus programas basados en la retro alimentación de las comunidades y ajustaron el número de temas a ser desarrollados en los talleres. Ellos escogieron cuatro temas en los cuales enfocarse: Conservación de suelo y agua, diversificación de cultivos, uso de insecticidas y fertilizantes orgánicos, y principios de comercialización. A través de este trabajo colaborativo con los productores, ellos establecieron un conjunto de técnicas esenciales relacionadas a los temas, tales como manejo del ambiente y control de la erosión. Su enfoque es integral, incluyendo todo desde fertilizantes y abonos verdes hasta zanjas de infiltración y terrazas.La organización también desarrolló un proceso que facilita el intercambio de conocimientos con un amplio margen de productores usando el personal y recursos disponibles. Cada comunidad participante nombra a dos “Promotores Agrícolas Comunitarios” los cuales representarán a su grupo en tres sesiones de capacitación por año y son responsables de compartir lo que ellos aprendan con otros cinco productores, o discípulos, en su comunidad. El programa también abastece con semillas o plantas de nuevas variedades de cultivos en el transcurso de ciclos de tres años. Los productores participantes cultivan ocho tipos de hortalizas, en conjunto con más de nueve tipos de granos, frutas y otras variedades de árboles-todo esto en sus pequeñas parcelas. Una finca típica produce una combinación de bananos, plátanos, cítricos, maracuyá, granadilla, piña, maíz, yuca, papas, frijoles y café. Este proceso permite a la organización enfocarse en comunicar un conjunto de principios centrales, al mismo tiempo que usan una red comunitaria organizada existente para compartir conocimientos y ofrecer a través del tiempo apoyo a productores que adopten las nuevas prácticas. Al mismo tiempo de que ellos afinan su enfoque en el aprendizaje agrícola, la organización también desarrolla un modelo para un desarrollo comunitario efectivo, identificando la organización comunitaria, las relaciones a largo plazo y la adaptación continua como parte esencial para llegar al éxito. El uso de esta participación y enfoque integral ha dado como resultado un dramático cambio en las tierras de los productores. Áreas que estaban sin utilizar, o que solo tenían uno o dos cultivos de bajos rendimientos, han sido transformados en mega-huertos diversos llenos de árboles de uso doméstico. Los participantes sienten que están mejor equipados para usar sus tierras productivamente y tienen la confianza en su desempeño futuro y la habilidad de proveer alimentos a sus familias. También, los niveles de adopción son altos. Un número significativo creciente de productores estuvieron usando activamente cada una de las 11 técnicas al final del periodo de tres años. Por ejemplo, al principio solo 77 de 471 productores usaban alguna forma de control de erosión, tales como siembra de zacate o plantar alrededor de las curvas a nivel para aminorar las escorrentías, pero para 2012, este número subió hasta 425. Los productores están adoptando lo que han aprendido. La adopción de técnicas de fertilidad de suelo con el uso de bio-fertilizantes, abonos verdes y compost también fue impresionante, con 340, 382 y 471 (100% de los productores) usando cada práctica respectivamente para el final de periodo. CEPAD también utilizó estos resultados para determinar cuáles prácticas presentaron un menor nivel de adopción, tales como el uso de terrazas, para considerar una adaptación en los futuros programas de capacitación. En sumatoria, fue visible el incremento de la producción de alimentos y la mejoría de la nutrición así como el impacto ecológico y social de toda la comunidad por el enfoque de manejo de medio ambiente. El director de programas del CEPAD, Evenor Jerez, dijo: “Nuestro modelo se enfoca en acompañar a las comunidades para ayudarles a planificar e implementar proyectos. Cuando una comunidad no está organizada, se hace difícil avanzar. Cuando los productores, familias, hombres y mujeres, están mas organizados e integrados, el éxito es más fácil de alcanzar.” He hablado con productores quienes animadamente han compartido sus puntos de vista sobre la importancia de la conservación de los suelos y estuvieron felices de explicar sus técnicas a sus vecinos y visitantes, sin importar lo “rara” que pareciera la técnica al inicio. Aquí, el programa de capacitación no ha producido solamente estudiantes incipientes, si no también defensores y profesores, un resultado que no solo es digno de anotarse, si no también tratar de aprender de él y emularlo. Traducción: Ing. Harold Blandon, CEPAD |
emilygtshipman
August 20, 2014 at 10:26amSara,
This is a great result. Congratulations!
Can you comment on how you measured adoption of practices? I am currently facilitating a community of practice around smallholder performance measurement that looks at what is important to measure when assessing the farm level sustainability of smallholder supply chains. Adoption of good ag. practices is key on this list. We are currently in discussions around the best way to measure adoption, however. Do you have any insights?
Thanks so much.
Sara Delaney
September 8, 2014 at 10:00amHello Emily,
Sorry, just saw this! Good question. The actual measurement was done by CEPAD in Nicaragua, so I will have to ask them for more details. What I do know is that they did a baseline before starting, and checked farmer’s plots for use of these specific techniques. Then at the end of the program they did a follow-up survey to see which practices they were using. I imagine at this time they also observed on the plot in addition to the survey, but I would have to check.
In my experience with our other partners, what I’ve found is that it’s helpful to be as specific and focused as possible in baseline and follow-up on the good practices you are looking to change.
So rather than measure ‘improved land management’, measure specific interventions like ‘use of windbreaks’.
If I can get more details from CEPAD, I will put them here, or ask them to comment!
Sara Delaney
September 11, 2014 at 3:54pmI just heard back from CEPAD regarding their measurement of practices. They are confirming that for the baseline and endline evaluations, they used a combination of a questionnaire, and observation of the farmer’s plots. Let me know if that is helpful, or if further questions!